Protocolo de Entrevistas Archivo de la Guerra Civil y la Represión Franquista

Preámbulo

Las siguientes páginas son el resultado de un proceso de reflexión en torno nuestras experiencias recopilando testimonios audiovisuales de la Guerra Civil y la dictadura franquista. Como tal necesariamente representan un grado de abstracción y un metalenguaje que tratan de definir de la mejor manera posible lo que pasa en el encuentro concreto entre quién da el testimonio y quién escucha. Si alguno de los entrevistados lee estas palabras esperamos que entiendan que no se trata de diseccionar cada uno de sus gestos y sus palabras, sino justamente de romper la mirada tradicional antropológica que nos sitúa en la posición rígida de objetos o sujetos de conocimiento. No pretendemos “hablar por nadie”, por el contrario buscamos cuestionar la autoridad de quiénes sin reconocerlo se autorizan para hablar por los testigos, los supervivientes y los militantes de esa catástrofe colectiva que fue la Guerra Civil y la dictadura franquista. Convencidos, entonces, de que el anti-intelectualismo al uso es sumamente improductivo, pretendemos armarnos epistemológica y afectivamente de las mejores herramientas para poder escuchar de la mejor manera lo que otros no han podido inscribir socialmente durante demasiados años. Pretendemos más que nada ayudar a contar esta historia colectiva para que se escuche tan alto y tan claro como sea posible.

El objetivo de las entrevistas realizadas en los últimos años es crear un archivo digital con testimonios de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista. La función de este archivo audiovisual es triple:

  1. En primer lugar, el archivo trata de crear un espacio institucional seguro para que la memoria republicana pueda ser preservada para la posteridad y escuchada de manera activa. Entendemos memoria republicana en un sentido amplio como el conjunto de voces de todos aquellos que sufrieron las consecuencias de la guerra y la represión franquista por defender sus ideas o simplemente por ser quiénes eran. Esta función es extremadamente importante porque en España la ley de amnistía de 1977 prohibió explícitamente la apertura de procesos legales por violaciones de derechos humanos. Asimismo, hasta la aprobación de la llamada “Ley de memoria histórica” (2007) no se crearon tampoco comisiones de verdad como en otros países ni hubo un reconocimiento explícito de las víctimas por parte del Estado español. En este sentido, este archivo trata de sumarse al proceso abierto de recuperación de la memoria histórica dándole protagonismo a las voces de los hombres y mujeres españoles cuyas voces fueron silenciadas a lo largo de más de sesenta años.
  2. En segundo lugar, el archivo se propone recuperar la historia oral de las víctimas, testigos, sobrevivientes y militantes de la guerra civil y la dictadura para que los investigadores de este período, los estudiantes y el público en general puedan conocer estos eventos históricos desde la perspectiva de sus protagonistas. Este record oral no sólo suplementa los archivos escritos y los libros de historia, sino que se constituye como una epistemología y un discurso histórico en sí mismo y por derecho propio. Dado que los archivos de la represión franquista fueron, en muchos casos, destruidos físicamente, estas voces son la única fuente que poseemos para reconstruir ciertos episodios de la guerra civil y la dictadura y, por lo tanto, la única manera que tenemos de documentar la magnitud y la brutalidad de la represión franquista. Por otro lado, la dimensión afectiva y política de los testimonios se presenta, como se describirá más adelante en detalle, como un modo diferente de conocer la historia que no se puede descartar simplemente por “subjectivo” o “poco científico”.
  3. El archivo añade una dimensión visual que es esencial para comprender la dimensión afectiva de estos eventos traumáticos (el lenguaje corporal, los silencios, los hiatos del discurso son todos marcas significativas de esta dimensión afectiva). Las historias que recoge este archivo --la guerra civil y la dictadura--, presuponen un fracaso de la “razón política”. Esto no significa que las dimensiones políticas del conflicto no sean importantes o que lo que sucedió durante la guerra civil y la dictadura no se pueda verbalizar, sino que la razón, el lenguaje y la política colapsan y que su colapso debe ser documentado también para entender estas historias. Este proceso es complejo y sus dimensiones no verbales son un elemento crucial para entender la historia.

Finalmente, es necesario aclarar a quién nos referimos cuando hablamos de las y los protagonistas de estas entrevistas, ¿quiénes son las personas que dan testimonio en estas historias orales? Para muchos, el sujeto de estos testimonios son las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, es decir, los sujetos del trauma histórico generado por la Guerra Civil y la represión sistemática que aconteció durante y después de la guerra. Otros enfatizan más la militancia política, el deseo de transformar la realidad social que expresan muchos de los entrevistados y entrevistadas. En cualquier caso, la respuesta a esta pregunta no es en fácil. De manera esquemática cabe decir, en primer lugar, que nuestro objetivo no es imponerle etiquetas a nadie, sino dejar que las personas que dan testimonio decidan qué contar y cómo contarlo sin imponer un marco epistemológico a priori. Por eso, pensamos que no hay un término que pueda capturar la riqueza y heterogeneidad de las historias que forman parte de este archivo. Quiénes dan testimonio, entonces, son víctimas, supervivientes, testigos y militantes, aunque ninguno de esos términos agote completamente la complejidad de las historias que relatan. Víctimas porque no se puede banalizar ni la muerte ni el sufrimiento y porque las asimetrías de poder entre el ejército franquista, dueño de la maquinaria de guerra más moderna de Europa (con el apoyo de nazis y fascistas), y las víctimas de esa violencia es insalvable. Militantes, porque no se puede reducir su experiencia a una defensa abstracta de la vida, no se puede poner entre paréntesis que lucharon por una sociedad más justa y pagaron un alto precio por ello. Sobrevivientes, porque se enfrentaron a una intimidad excesiva con la muerte y son conscientes de que “al volver de la muerte” hablan por sí mismos y por todos los que no pudieron volver de esta experiencia límite. Testigos, no sólo porque presenciaron actos de violencia y movilización política, sino porque sus historias se enfrentan a todas las dificultades epistemológicas del testimonio como género (dar testimonio implica, enfrentarse, entre otras cosas a una imposibilidad que tiene que lidiar con las relaciones de poder entre el entrevistador/a y el entrevistado/a).

Ahora bien, estos cuatro términos –víctima, militante, sobreviviente, testigo-- no forman un rompecabezas completo y sin fisuras del sujeto de la entrevista, sino que son más bien los extremos inasibles de una experiencia inconmensurable y necesariamente única e irrepetible. Es decir, si combinamos los cuatro términos aludidos no obtenemos un sujeto coherente y completo, porque se trata más bien de ejes de orientación que no agotan la experiencia del testimonio, sino que simplemente nos sitúan como entrevistadores para poder escuchar y entender mejor. Por eso, es frecuente que algunas de las personas entrevistadas hablen más desde su posición de militantes y líderes políticos, mientras que otros lo hacen como víctimas o sobrevivientes. La mayoría de las veces se dan varios de estos factores a la vez, es decir, el sujeto cambia de posición a lo largo de la entrevista, enfatiza más un aspecto que otro, o niega ser reducido a una de estas categorías. En cualquier caso y como trataremos de explicar a continuación, cada entrevista es un mundo y, por lo tanto, no hay recetas únicas a la hora de aprender a escuchar activamente.

Metodología

La metodología de este archivo se basa en los principios del psicoanálisis y en la historia oral (informada por algunos de los hallazgos más significativos de los estudios subalternos). Acudimos al psicoanálisis, porque entendemos que la tortura, los asesinatos masivos e indiscriminados y la represión sistemática implementada durante la Guerra Civil y la dictadura por parte de las fuerzas franquistas constituyen un trauma histórico cuyas huellas están aún presentes en la sociedad española. Partir de una metodología psicoanalítica implica en primer lugar que las entrevistas tienen un formato radicalmente abierto y que el poder, el conocimiento y el protagonismo en la entrevista lo tiene la persona entrevistada y no el entrevistador. Por eso, algunas entrevistas pueden durar una hora y otras cinco, dependiendo de lo que la víctima tenga que contar y pueda contar.

Desde esta perspectiva, el entrevistador debe ser un oyente activo que facilita el proceso de producción de un testimonio. Escuchar activamente es esencial porque uno de los efectos de un trauma histórico es justamente la destrucción de la dimensión de otredad que garantiza la función dialógica del lenguaje y la construcción de un espacio comunitario de intercambios sociales. En este sentido, los sujetos de estas entrevistas “saben” muy bien lo que les ha pasado a ellos y a sus familias, pero, en muchos casos, no han encontrado quién escuche sus historias. Esta es una de las razones que explica por qué muchas víctimas no quieren hablar al principio o se refieren a los sucesos de la Guerra Civil y la dictadura como “cosas de viejos” o como asuntos de un pasado que ya no interesa a nadie. Las dudas, los reparos o la negativa hablar son los modos en los que estas víctimas tratan de comunicar su ansiedad y su preocupación: antes de hablar quieren saber si de verdad habrá alguien que les quiera escuchar. La función del entrevistador es, entonces, estar ahí para la víctima, reconstruir la dimensión de otredad destruida por el trauma para que la víctima pueda ser sujeto de su propia historia. Otra manifestación muy frecuente y paradójica de la destrucción del vínculo social como efecto del trauma es el exceso de verbalización por parte del entrevistado/a. Algunas personas literalmente “no pueden o no quieren callarse”, porque han esperado demasiado tiempo para poder contar su historia. En estos casos el entrevistador/a debe tener en cuenta que ese exceso de lenguaje es también una huella del trauma y, por lo tanto, no debe dejarse “arrasar” por la persona entrevistada (no reaccionar, no introducir preguntas que quiebren el relato).

Para que haya comunicación, testimonio y transmisión de conocimiento, el entrevistador/a no debe abandonar al entrevistado/a ni en su monólogo ni en sus silencios , sino que debe insistir en reintroducir una dimensión dialógica que rompa con el aislamiento y la soledad del o la que habla. Este proceso requiere de la participación activa del entrevistador. Como explican Gavoine y Gaudillere, el entrevistador tiene que acompañar al entrevistado a la “zona de peligro” que constituye el núcleo del trauma. No se puede revivir en soledad un suceso que causo tanto dolor y, por eso, el entrevistador tiene que estar presente sin ser un obstáculo para la producción del testimonio. Escuchar la herida, acompañar al sujeto al núcleo traumático implica una intimidad excesiva con la presencia de la muerte que a menudo genera en el entrevistador una desconexión afectiva e intelectual con respecto a la historia que está escuchando. Sin embargo, para que el testimonio pueda tener lugar, el entrevistador debe implicarse emocionalmente sin dejarse invadir por sus emociones hasta el punto de sustituir a la víctima o ocupar su posición. Las experiencias del testigo son irreemplazables, pero eso no significa que debamos escuchar desde una distancia de seguridad que no nos implique en el proceso de reconstrucción del vínculo social destruido por el golpe de estado. Dori Laub, explica algunos de los modos más frecuentes de distanciarse del sufrimiento de la víctima, todas estas reacciones son maneras de no estar “activamente presente” en la entrevista. La lista de Laub incluye las siguientes reacciones de distanciamiento:

Escuchar implica, por ende, un equilibrio entre las demandas afectivas de las personas entrevistadas y nuestras propias emociones al escuchar las atrocidades que ese sujeto y/o sus familiares han sufrido. El entrevistador debe estar consciente en todo momento de sus reacciones emocionales sin por ello perder de vista que su función es ayudar a esa persona a contar su historia.

En cuanto a la dimensión histórica de los testimonios, cabe señalar que la función del entrevistador es facilitar la narración oral de una historia. Para ello, es necesario en primer lugar distanciarse de los discursos hegemónicos de los derechos humanos. El concepto de “derechos humanos” frecuentemente transforma a las víctimas en entidades abstractas, en sujetos cuyo único valor es la vida como hecho biológico sin otros atributos y sin historia. Para escapar de esta abstracción (el ser humano) es preciso prestar especial atención tanto a la identidad del sujeto (clase, genero, sexualidad, origen regional, raza etc.) como a su afiliación política (desde las distintas versiones del anarquismo, hasta el comunismo, pasando por quiénes era simples simpatizantes de la República). Las personas que entrevistamos fueron y son hombres y mujeres con historia, con deseos, con proyectos políticos, con opiniones sobre el pasado y el presente. Prestar atención sólo a las heridas causadas por la represión franquista es un modo de seguirles desapareciendo, de seguir ignorando las ideas y los proyectos por los que lucharon y perdieron la vida o sufrieron la violencia del Estado franquista.

Nuestra misión como entrevistadores es ayudarles a vencer el miedo, crear un ambiente seguro para que las víctimas puedan hablar de quiénes son, de sus ideas y proyectos. Prestar atención a la diversidad de voces de la historia rompe con el mito de las dos Españas y sus reduccionismos ideológicos. Sin embargo, escuchar las distintas voces de estos sujetos no implica ponerlos a todos en el mismo plano, sino devolverles a la historia con sus conflictos y antagonismos. En este sentido, el entrevistador debe se un oyente informado sobre la historia de España y los idearios políticos de los distintos grupos que conformaban el bando republicano, pero no debe juzgar la validez de esos presupuestos políticos, esa es una tarea que corresponde a quiénes usen el archivo, no a los que lo construimos. Sin embargo, el entrevistador no debe presentarse como un sujeto vacío y neutral, es recomendable sobre todo el la pre-entrevista mostrar quiénes somos, cuál es nuestra posición política, por qué estamos ahí, aclarando siempre que estamos interesados en ayudar a contar una historia de la mejor manera posible.

En resumen, nuestra metodología de entrevistas implica un equilibrio y una tensión entre la dimensión afectiva y la dimensión histórica. En otras palabras, no se trata ni de reducir toda la experiencia de estos sujetos a una colección de posiciones políticas que expliquen lo que sucedió ni de escuchar solamente la dimensión emocional del trauma. Se trata de escuchar tanto el discurso de la historia como sus límites, los lugares donde el lenguaje y la posibilidad de conocer la historia sólo pueden hablar desde un silencio que, sin embargo, también produce significado.

Antes de la entrevista

Antes de la grabación del testimonio es necesario contactar con la persona y realizar una breve entrevista telefónica. El objeto de esta entrevista inicial es, por un lado, informar al entrevistado/a de nuestro proyecto y, por otro, averiguar algunos datos básicos sobre su identidad y su historia para podernos preparar a conciencia antes de la grabación del testimonio. Algunas de las preguntas básicas que se pueden utilizar son:

  1. ¿Cuál era su domicilio al principio de la Guerra Civil y/o durante la dictadura?
  2. ¿Cuál era su profesión durante la guerra? ¿Qué estudios tiene, si tiene estudios?
  3. ¿A qué se dedicaba su familia? ¿Cuántos hermanos y hermanas tiene? ¿Cuánto tiempo vivió su familia en esa localidad?
  4. ¿Fue usted miembro de algún partido político o sindicato durante la Guerra Civil y/o la dictadura?
  5. ¿Tiene algún familiar que fuera miembro de algún partido político o sindicato durante la Guerra Civil o la dictadura?
  6. ¿Estuvo usted en la cárcel o en algún campo de concentración durante la Guerra Civil o la dictadura?
  7. ¿Presenció usted actos represivos y de violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura?
  8. ¿Sufrió usted o algún familiar o conocido suyo actos de represión (por ejemplo violencia física) a consecuencia de su militancia política o por alguna otra razón?
  9. ¿Perdió usted propiedades (fincas, casas), trabajos o cargos administrativos durante la guerra civil o la dictadura?
  10. ¿Ha recibido usted desde la llegada de la democracia algún tipo de compensación económica o simbólica como retribución por los daños causados por la Guerra Civil y la dictadura?

Estas preguntas se ofrecen sólo a modo de ejemplo, obviamente cada caso particular requerirá de sus preguntas específicas , puesto que no todas las que se ofrecen como ejemplo se pueden aplicar en todos los casos. Las respuestas a estas preguntas iniciales no necesitan ser muy elaboradas; el objetivo no es hacer una entrevista completa por teléfono, sino tener una idea general un boceto de los contenidos que puedan surgir en la entrevista para poder ser recetores informados. El entrevistador debe conocer a fondo y en detalle los eventos y particularidades de la historia del entrevistado. Por ejemplo, si la persona estuvo en un campo de concentración o en una cárcel franquista, el equipo debe investigar sobre estos lugares de detención. Si la persona pertenecía a la CNT o al Partido Comunista, los entrevistadores deben de conocer la historia de ese sindicato o partido político. Este aspecto de preparación es crucial, si la persona intuye que no conocemos su historia de alguna manera se sentirá abandonada; acompañar a las personas a la “zona de peligro” del trauma implica ser un oyente informado históricamente.

En esta entrevista preliminar es bueno también pedirle al entrevistado que traiga, si así lo desea, algunos objetos que le ayuden a contar su historia y a rememorar el pasado (cartas, fotos, sentencias militares, artículos de periódico etc.). Algunos de estos materiales pueden ser escaneados y anexados al testimonio de la víctima, siempre que ésta así lo decida.

Asimismo, es esencial no comprometerse a entrevistar a una persona si no sabemos con total seguridad que podemos hacer la entrevista. Pedirle a una persona que participe en la grabación de un testimonio traumático y no presentarse es inadmisible. Dada la avanzada edad de muchas de estas personas es también imprescindible adaptarse a los horarios y necesidades de estas personas y ser puntuales.

Durante la entrevista

La mayoría de las entrevistas tendrán lugar en la casa del entrevistado o en algún lugar que sea propicio para que se activen las conexiones de la memoria (por ejemplo, la sede de un sindicato, algún lugar de memoria, una fosa etc.). Al llegar al lugar de la entrevista es esencial tratar de establecer una relación con la persona. No se puede llegar y entrar de lleno en los aspectos legales o técnicos de la entrevista. Las personas que entrevistamos tienen que percibir que de verdad nos importa lo que tienen que decir, que no se trata simplemente de transformar su testimonio en una mercancía o en un objeto de museo. Por otro lado, la persona que monta la cámara debe ser respetuosa con el espacio del entrevistado/a (por ejemplo, debe pedir permiso si es necesario mover muebles o transformar el espacio para la grabación). Mientras uno de los miembros monta la cámara y elige un lugar propicio para la grabación el otro miembro debe establecer una relación de confianza y respeto mutuo con el entrevistado (en este sentido, es mejor dirigirse a la persona de usted, si no nos indican lo contrario).

Una vez que se ha establecido este clima inicial de respeto y confianza mutua, el entrevistador debe explicarle al entrevistado/a sus derechos tal y como aparecen en la autorización general para participar en el estudio y en la autorización para la grabación audiovisual. El entrevistador debe explicar (no simplemente leer) el contenido de estos dos documentos legales y responder a todas las preguntas que se le hagan. Es necesario, en particular, comunicarle al sujeto de la entrevista la posibilidad de que este proceso provoqué ansiedad, depresión y otros síntomas. Estas reacciones no se deben exagerar, pero tampoco minimizar. El entrevistador entregará al sujeto de la entrevista una lista con los centros médicos a los que puede asistir en caso de que estos problemas persistan.

Después de aclarar estos procedimientos legales y de hacer las pruebas pertinentes de luz y sonido se puede comenzar con la entrevista. El entrevistador y el entrevistado deben decir su nombre al principio de la grabación. Es conveniente siempre utilizar preguntas abiertas que no puedan simplemente responderse con sí o no. Por ejemplo, una pregunta o invitación al diálogo típica puede ser “cuéntenos un poco donde vivía usted antes de la guerra, cómo era su pueblo, a qué se dedicaba su familia…” Estos primeros momentos de la entrevista son cruciales, porque se trata de una negociación en la que tanto el entrevistado como el entrevistador están tratando de establecer sus posiciones. En este sentido, el proceso es bastante similar al proceso de la “transferencia” tal y como se da en la práctica del psicoanálisis. El sujeto tratará de adivinar qué partes de su historia le parecen relevantes al investigador (el sujeto supuesto de saber como lo llama Lacan); el entrevistador, por su parte, debe, de manera sutil, enfatizar una y otra vez que las claves, el conocimiento y el poder del testimonio los tiene el entrevistado/a. Si la persona intuye que nos interesan ciertas cosas, pero no otras, podría evitar determinados aspectos de su pasado y como ya hemos repetido anteriormente no nos corresponde a nosotros decidir y ordenar la experiencia histórica de estos sujetos.

En la mayoría de los testimonios tras estos momentos iniciales de negociación el sujeto generalmente tomará control de la entrevista y la transformará en la narrativa oral de su pasado (storytelling mode). Eso no significa que el entrevistador se pueda desconectar de la historia, es necesario apoyar con lenguaje corporal, asentir y hacer notar a la persona entrevistada que estamos presentes, que el diálogo está abierto. Este es el momento también utilizar la información histórica para que el sujeto entienda que conocemos las particularidades de su experiencia y que no juzgamos sus posiciones políticas sino que las valoramos como parte del proceso de reconstrucción de la memoria.

Cuando el proceso de negociación y transferencia no termine de consolidarse, cuando la entrevista queda trabada, el entrevistador debe intervenir y “guiar” al entrevistado, pero sin imponer las preguntas ni forzar los temas. Por ejemplo, si el sujeto ha elaborado muy superficialmente una anécdota relativa a la vida en un campo de concentración, el entrevistador puede preguntar de manera oblicua por el nombre del campo y algún otro detalle. Por ejemplo en lugar de preguntar, “cuál es el nombre del campo de trabajo donde usted estuvo, es mejor preguntar “y no se acordara usted de cómo se llamaba el campo ese que mencionó antes”. En cualquier caso, no se debe forzar a las personas a hablar de determinados eventos, pero sí tratar de ayudar en la tarea de reconstruir la comunicación y el vínculo social. La imposibilidad o la incapacidad de hablar de ciertos eventos deben ser respetadas porque son también significativas (a modo de orientación se puede decir que no se debe insistir más de 2 o a lo sumo 3 veces) . En este sentido, el entrevistador debe prestar especial atención a los silencios y no incomodarse si la víctima cae en un silencio. Estos silencios son en muchos casos señales que apuntan hacia la persistencia de un afecto traumático y, por lo tanto, el entrevistador debe ser capaz de sostenerlos y de darle a la víctima el tiempo que necesite para lidiar con la emergencia del pasado traumático en el presente.

La organización de la entrevista puede empezar con una estructura lineal y progresiva (antes de la guerra-la guerra- la postguerra), pero hay que tener en cuenta que esta secuencia causal terminara transformándose en un movimiento espiral o rizomático que asedia intermitentemente los múltiples núcleos del trauma. Esto es así por que la memoria no responde a una lógica de causa y efecto, sino a un proceso de asociaciones libres. En el caso además de eventos traumáticos, la cercanía de la muerte hace que los eventos que tuvieron lugar durante la Guerra Civil y la dictadura no sean realmente experimentados cuando sucedieron sino en sucesivas repeticiones y actos deferidos similares a los que la entrevista busca recrear. En términos prácticos, lo que esto significa es que no es necesario interrumpir continuamente la entrevista con preguntas ni asumir que la narración de un evento traumático sólo puede abordarse una vez en la entrevista. De hecho, es muy posible que la primera vez que se toque un asunto delicado (por ejemplo, la muerte de un ser querido) el sujeto no elabore muchos detalles, mientras que en sucesivas ocasiones y a medida que la persona se sienta más cómoda y más acompañada en el proceso de recordar los detalles y los datos serán más específicos. Por tanto, la construcción de la memoria obedece a una lógica en apariencia desorganizada y anti-causal que el entrevistador no debe resistir sino aceptar y desarrollar. Esto no significa obviamente que no haya momentos en los que haya que ayudar a reconducir el proceso narrativo, pero hay que hacerlo sin tratar de someter el proceso de memoria a una estructura narrativa fija o a la acumulación de una serie de datos de interés para el entrevistador.

En el caso de que el sujeto se hunda en sus experiencias traumáticas (por ejemplo si se echa a llorar) el entrevistador debe apoyar a la víctima sin hundirse con ella en el agujero negro de su pasado. Esto implica transmitir a la víctima nuestra solidaridad absoluta con lo que está experimentando sin explotar el sentimentalismo fácil ni las emociones de esta persona. En casos muy graves y siempre que el entrevistado/a así lo decida se puede parar la grabación y reanudarla cuando la persona este lista para volver a abordar su pasado.

El final de la entrevista

Nuestras entrevistas tienen un formato abierto porque, como ha explicado magistralmente Giorgio Agamben dar testimonio siempre es el producto de una imposibilidad. El testigo puro según Agamben sería alguien que volviera de la muerte o de los campos de exterminio para contar la experiencia “completa” de esos sucesos históricos. El testimonio se enfrenta con la muerte y, por lo tanto, con la imposibilidad misma de comunicar esta experiencia, pero es esta distancia entre el acto de testimoniar y su imposibilidad lo que constituye la potencialidad misma del testimonio.

Estas breves reflexiones sirven para explicar que el testimonio de estos sucesos nunca puede tener final ni aspirar a ser un discurso completo sobre lo que sucedió. Esto lo saben mejor nadie las sobrevivientes que siempre arrastran consigo la culpa y la vergüenza de tener que hablar por los que no están, por los muertos. En este sentido, la entrevista les devuelve la posibilidad de exorcizar esa culpa y de recuperar la dignidad perdida, pero el testimonio no es ni pretende ser un sustituto de la cura psicoanalítica, es un espacio de potencialidades que tiene un final pero no una sutura definitiva. Este final se debe, sin embargo, escoger cuidadosamente para que la victima no se sienta abandonada, generalmente ese momento tiene lugar cuando tanto el entrevistador como el entrevistado perciben que han llegado a un punto en el que, por el momento, no pueden seguir excavando más en el pasado.

Es conveniente no marcharse automáticamente del lugar de la entrevista dando la sensación de que se trata de un proceso puramente utilitario. Estas entrevistas son un proceso intenso y tanto el entrevistador como la víctima deben darse el tiempo de “cerrar” bien la relación. Asimismo, es posible que el entrevistador sienta la tentación contraria de desarrollar más la relación con el entrevistado y no marcharse de la casa. En estos casos, hay que ser conscientes de que esta realidad puede ser el resultado de la intimidad construida durante la entrevista y hay que pensar bien hasta que punto ese deseo no tiene contenidos fantásticos que pueden perjudicar a el entrevistado/a. Eso no significa, sin embargo, que no se pueda volver a tener contacto después de la entrevista. De hecho es recomendable, volver después de la entrevista para recoger materiales suplementarios o para socializar en un ambiente más distendido y poder cerrar la entrevista de manera adecuada. Es necesario sólo tener en cuenta la artificialidad de una situación que implica grandes dosis de intimidad en un breve espacio de tiempo para no crearse ni crear expectativas falsas.

Luis Martín-Cabrera. University of California, San Diego

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